Me dicen que no hay crisis, pero yo me voy a la calle. Parece que somos demasiados. Por culpa del petróleo, dicen. Dos años de alternancia de contratos para ser victima de un ERE. Hasta entonces, seguiré dando lo mejor de mí misma, sollozaba Lucía. Hizo de tripas corazón, se estiró el uniforme, esbozó la más agradable de sus sonrisas y continuó con sus tareas.
Una vergüenza. Hizo saltar el Hipercor por los aires, y ahora será mi vecino, se lamentaba Aránzazu. Tranquila, le consolaba su marido. Se marchará del país. Relájate, que nos vamos por fin de vacaciones. A Iñigo, su mujer le recordaba a Carla Bruni, así que comprendía a Sarkozy. Y se sintió afortunado.
Una semana para ver a mis hijos y vuelvo a Estados Unidos ¿Alguien duda de que ganará Obama? El país no parece preparado para tener a una mujer presidente, pronosticaba José. De McCain ni se acordaba. Pero al menos no tenía que cubrir los secuestros navales en Somalia. O el reciente conflicto en Georgia. Contratiempo. Durará poco, pensó. Y volvió a sus pensamientos.
Debería hacerme un seguro de viaje, recordó Teresa mientras por el hilo musical, previa autorización de la SGAE, sonaba Hawai Bombay. Ya no se fiaba de nada y hacía tiempo que dejó de ser aquello un paraíso. Por mucho que fuera a viajar en visita oficial. Contratiempo solucionado.
Las FARC debilitadas, rezaba el periódico. Tomás leía declaraciones de Betancourt mientras esperaba, enumerando las veces que había leído lo mismo sobre ETA. Juraba desconectar del mundo esos días.
¡Este año triunfaremos! Los éxitos del año se repetirán en los Juegos Olímpicos impulsando mi carrera, soñaba Marta, ciclista alevín. Por ese compromiso con el deporte había ayudado a la reelección de Zapatero meses atrás.
Y yo a trabajar. Con el espléndido sol que hace. Ojalá fuera Javier Bardem. Multipremiado un año y tres descansando, soñaba Gabriel. Y eso que su trabajo también pendía de un hilo.
En ese momento, los pensamientos de todos se centraron en el ensordecedor ruido de los motores del avión que los debía llevar hacia el sol canario. Lo que ninguno pensó es que, desgraciadamente, segundos después el descanso deseado se volvería eterno.
Una vergüenza. Hizo saltar el Hipercor por los aires, y ahora será mi vecino, se lamentaba Aránzazu. Tranquila, le consolaba su marido. Se marchará del país. Relájate, que nos vamos por fin de vacaciones. A Iñigo, su mujer le recordaba a Carla Bruni, así que comprendía a Sarkozy. Y se sintió afortunado.
Una semana para ver a mis hijos y vuelvo a Estados Unidos ¿Alguien duda de que ganará Obama? El país no parece preparado para tener a una mujer presidente, pronosticaba José. De McCain ni se acordaba. Pero al menos no tenía que cubrir los secuestros navales en Somalia. O el reciente conflicto en Georgia. Contratiempo. Durará poco, pensó. Y volvió a sus pensamientos.
Debería hacerme un seguro de viaje, recordó Teresa mientras por el hilo musical, previa autorización de la SGAE, sonaba Hawai Bombay. Ya no se fiaba de nada y hacía tiempo que dejó de ser aquello un paraíso. Por mucho que fuera a viajar en visita oficial. Contratiempo solucionado.
Las FARC debilitadas, rezaba el periódico. Tomás leía declaraciones de Betancourt mientras esperaba, enumerando las veces que había leído lo mismo sobre ETA. Juraba desconectar del mundo esos días.
¡Este año triunfaremos! Los éxitos del año se repetirán en los Juegos Olímpicos impulsando mi carrera, soñaba Marta, ciclista alevín. Por ese compromiso con el deporte había ayudado a la reelección de Zapatero meses atrás.
Y yo a trabajar. Con el espléndido sol que hace. Ojalá fuera Javier Bardem. Multipremiado un año y tres descansando, soñaba Gabriel. Y eso que su trabajo también pendía de un hilo.
En ese momento, los pensamientos de todos se centraron en el ensordecedor ruido de los motores del avión que los debía llevar hacia el sol canario. Lo que ninguno pensó es que, desgraciadamente, segundos después el descanso deseado se volvería eterno.